María Z.


Estar POLITIZADO/A significa tomar parte activa en las valoraciones, decisiones y actos propios y también de otro, siempre que determinen nuestras condiciones de vida. Hablo de voluntariedad (o poder), es decir, de ser consciente y capaz de transformar o mantener, aquellas situaciones creadas, que disponen el cómo, cuándo y por qué vivimos de ésta y no otra forma.
Hoy, en el Estado español, la politización de la población es prácticamente nula. A groso modo: un modelo gubernamental de un voto cada cuatro años sordo a las protestas ciudadanas, una representación sindical prácticamente inocua a los dictámenes sobre el trabajador, un sistema educativo rígido y fundamentado en la capacidad de retención (y no de comprensión) o un orden social mantenido con medidas coercitivas y control constantes, a partir del miedo y culpa por la anomalía.
Desde aquí, y si uno hoy desea politizarse, ha de escapar primero de todas aquellas estructuras creadas para que no se politice (párrafo anterior). Estructuras que son verdugo de las decisiones tomadas por individuos o colectivos particulares, con necesidades únicas de vida. Dónde la especificidad que cubre a cada sujeto, su intención exclusiva y quizás compartida,  es desechada en pro de la homogeneidad controlable y controlada.
No pienso en un individualismo extremo como posible fuga, pero si encuentro incompatible una sociedad de masa con la satisfacción de la voluntad individual o de colectivo/comunidad. Así, sólo quedaría, para poder politizarse hoy, tender al aislamiento territorial y social de pequeños grupos, crear espacios propios de reflexión y toma consciente de decisiones, trabajar por el autoabastecimiento y los tejidos densos de apoyo mutuo; para que manejar la propia vida ser real. Y desde ahí, atacar como se pueda la estructura dominante que nos expatrió, para alcanzar en el futuro un lugar más amplio dónde seguir politizándose.