Robertus

De una política siempre posible contra el Poder, contra el Futuro


Aquí no se va a decir a nadie lo que hay que hacer. Se trata solo de poder aquí hablarnos sin tener que sostener nuestra posición e ideas, esto de poder, a pesar de todo, intentar entender cada vez mejor lo que (nos) pasa, sin tener por ello que creer ni plantear u ofrecer ninguna “alternativa”, como dicen los bienpensantes señorones, por miedo a una crítica de verdad desmandada. Sin más. Por si acaso se puede hacer algo que no esté ya hecho. Porque a eso conviene no tenerle miedo: si uno ha llegado a sentir, en lo que le quede de común (que no es más que la mera negación de lo idiótico, particular o personal) la falsedad y el horror de la fe que se nos impone por todos lados y sus efectos bien palpables, está claro que no puede ya tener ningún reparo frente a la negación y la destrucción de lo que mata, y lo que mata –lo suelto así, de golpe- es el Futuro.

Esta cuestión de lo posible, de qué se puede contra el Poder, es algo que no interesa a nadie de una manera especial, profesional, científica, sino a todo el mundo, a cualquiera, en la medida que le quede todavía algo que sienta eso del Poder que está sobre nosotros, el Poder que padecemos. Esto que cuento no es tan fácil: parece que eso debía darse sin más, que cualquiera de nosotros, yo mismo, estuviera dispuesto a estar contra el Poder sin averiguar más. Y eso quiere decir contra cualquier clase de Poder, contra cualquier forma en que el Poder se presente. Y esto, que podría esperarse que fuera así, pues no es tan fácil. Razonaremos un poco por qué no es tan fácil y lo reconocerá cada uno en su propio caso.

Porque ‘Poder’, por supuesto, quiere decir el Poder del Estado, de los Estados, el Poder del Capital:  el Dinero, realidad de las realidades, muerte de las cosas, y que justamente en el Régimen que padecemos, el de la Democracia desarrollada, están confundidos casi perfectamente: Estado y Capital son lo mismo. Nadie puede distinguir con ninguna precisión la Administración Estatal, incluyendo la Municipal, la Autonómica y cualesquiera otras formas de Administración, de la Administración de la Empresa, de la Administración de la Banca, de las varias Instituciones del Capital. Los ejecutivos de lo uno y de lo otro son lo mismo, y sin ser muy pesimista, supongo que entre vosotros mismos habrá unos cuantos de ellos.

Hasta uno mismo ha sido también profesor, por tanto un ejecutivo del Poder de la Administración Pública, en ese caso a través de las Instituciones de la Cultura y la Educación, pero que pertenecen íntegramente a ese Poder. De manera que cuando digo ‘Poder’ hablo de ése, hablo de la Administración Estatal y todos sus derivados y sin distinguir ningún Ministerio (no puedo distinguir tampoco esto por ejemplo de la Cultura y la Educación estatales de las Instituciones propiamente del Capital, de la Banca y de todo lo demás): todos van juntos.

Si a alguien le queda alguna duda respecto a esta confusión entre Estado y Capital, pues nada más tiene que hacer esta experiencia mental: pensar si hay algún político de los de más de izquierdas que se pueda imaginar que sea capaz de levantar un dedo contra las Instituciones fundamentales del Capital: un dedo contra la venta de automóviles, un dedo contra el aumento de la Información televisiva, un dedo contra la Banca misma, y ya os daréis cuenta de que no: no tiene sentido. Hasta tal punto los unos y los otros son representantes ejecutivos del mismo tipo de Poder.

Pero ‘Poder’ no abarca sólo eso, que es lo más visible, lo que de una manera más clara puede oprimirnos, puede hacernos sufrir, sino que también ‘Poder’ es el Poder de los padres sobre los hijos, de los maridos sobre las mujeres, cualquiera sobre cualquiera, porque ahí el Poder no está tan claramente definido en sus límites, pero funciona, y desde luego eso es también Poder, y de eso es también de lo que estoy hablando. Y, en definitiva, queda lo peor de todo, que es el Poder de cada uno sobre lo poco bueno que le queda en sí mismo, cosa que ahora desarrollaré un poco más.  Porque eso también es Poder: el Poder que uno -creyendo que es el que es, con sus facultades superiores, su conciencia, su voluntad- ejerce sobre algo que le queda a uno que anda más por debajo y que no se sabe lo que es, pero que desde luego es la víctima, el objeto del ejercicio del Poder.

De manera que como uno personalmente está hecho así, a medias, por el opresor y el oprimido, y uno tiende más bien a ser, a reconocerse siendo el opresor, el que figura en su documento de identidad, el que ocupa un puesto en la Sociedad, el que tiene un Futuro o Destino, como cada día le predican Estado y Capital a través de la televisión y de los demás Medios, como uno tiende a reconocerse en ése, he ahí la dificultad que no nos deja contar tan clara y fácilmente con que todos estemos de acuerdo aquí en un “contra el Poder sin más”. Ésa es la gran dificultad: el Poder está también en uno. Y si esto se olvida recaemos en las mil monsergas habituales respecto a distinguir entre vida privada y vida pública, entre la Administración del hogar y la Administración de los Estados, y cualesquiera otras cosas de ésas que están hechas simplemente para distraer al personal.        

Para que se entienda qué es lo que quiere decir ‘Poder’ de una manera precisa, tengo que jugar un poco con este verbo popular, para decir que eso que mata las posibilidades sin fin que habría de vivir, de pensar, de cualquier cosa buena que podamos imaginar es justamente eso: el fin. Esta perogrullada querría que nos sirviera también, porque cualquier forma de Poder consiste en algo que podríamos denominar “Administración de muerte”, y ‘muerte’ es eso que nunca está aquí, que siempre es mañana o al día siguiente, o al año siguiente: siempre Futuro, siempre futura, nunca aquí.

Ahora, si nos paramos un poco en cómo funcionan Estado, Capital y demás Instituciones, nos daremos cuenta de hasta qué punto esto es así, sencilla- y precisamente. Se trata para Ellos de administrar Futuro, es decir: cambiar las posibilidades que había de que ahora estuviéramos sin más dejándonos vivir, por tanto dejándonos hablar, dejándonos pensar, sin más, cambiar eso por Futuro: lo que hay que hacer mañana, el plan que debe perseguirse, cuál es la meta a la que debe aspirarse. Éste es el gran cambiazo: el Dinero no es más que Futuro, y Ése es el Dios, Ése es la primera Realidad: no es más que Futuro. Pues Dinero es crédito, que quiere decir lo mismo que Fe. Dinero, así como no es nada palpable, en cambio es Futuro: muerte de cualesquiera cosas que podían estar vivas y de las que se podía estar disfrutando de una manera o de otra. Las disposiciones de un Estado cualquiera, de una Institución, son pura imposición de Futuro: te matan cualquier cosa que se pudiera estar ahora haciendo, sintiendo, en nombre de-, bajo la Ley de-, bajo el Decreto de-, bajo el Proyecto de algo que hay que hacer mañana, en el porvenir. Tenemos el ejemplo de las obras públicas para nada que, de una manera progresiva, estropean lo que quedaba de ciudades y también de pueblos, que tienen que ser cada vez más, porque el Capital y por tanto el Estado y el Ayuntamiento necesitan que sea cada vez más; se hacen en nombre de Futuro; es la futura Barcelona, el futuro cualquier cosa, y es en nombre de ese Futuro como nos hacen la puñeta de presente. Ésa es la situación. Eso es a lo que llamo “administrar muerte”, muerte-siempre-futura.

De manera que como a cada uno lo que le venden también esencialmente y con lo que lo someten y lo compran es Futuro -”hay que hacerse un porvenir”-, cualquier padre mismo, en el nivel más ínfimo de la Autoridad, se lo puede decir a su hijo “Entérate, la Realidad es así”. Y ‘la Realidad es así’ quiere decir ‘la Realidad es Futuro’, y por tanto “¿Cómo vas a andar dedicándote a hablar, a discutir y a estudiar cosas que a nadie le sirven para nada? Lo que tienes que hacer es preparar la oposición, antes preparar el examen…”. ‘Preparar’, es decir: Futuro, siempre, siempre Futuro.

De esta manera estamos constituidos (y empleo para la persona la misma palabra ‘constitución’ que puedo emplear para el Estado): cada uno está constituido por su condena a muerte. Se nace a este mundo, se encuentra uno metido en esta cárcel que es la Realidad, sin saber quién es, no siendo de verdad nada de persona, hasta que al año y medio o dos años, cuando ya ha cedido a someterse al idioma de los padres, se le comunica: “Te vas a morir”, “Tienes que morirte”, y ahí está el principio de la constitución, que es lo que, de una manera algo distinta, Freud mismo llamaba el principio de Realidad.

El principio de Realidad consiste, como él ya vio bien claramente, en esa sumisión al Futuro, el aplazamiento para mañana de cualquier cosa que evidentemente está impidiendo que ahora, de momento, pueda pasaros nada bueno. Ése es el principio de Realidad, el principio de Existencia, y es en lo que el Poder consiste.

Evidentemente en lo que he contado no se dice nada más que lo que es, lo que domina, lo que rige, pero no se ha dicho que eso sea todo, y que ahí se acabó, y que no hay nada que hacer. Por el contrario, eso se niega explícitamente: la Realidad no es todo lo que hay, el Poder nunca es todo por más que lo pretende, y por tanto siempre se puede -se puede- a pesar del Poder, se puede algo contra el Poder, se puede ir contra la Fe, en primer lugar contra la Fe, que es lo que sostiene al Dinero y lo que sostiene por tanto a todas la formas de Poder: se puede algo siempre contra la Fe por más que nos domine. Y lo importante en esa fórmula es el ‘se’ impersonal de nuestra gramática: el ‘se’ impersonal: ‘se puede’ no quiere decir que uno personalmente pueda (por lo que hemos contado antes: siendo uno mismo un caso de Poder contra sí mismo, está claro que uno personalmente, nada) y los conjuntos de unos (que todos vienen a participar en lo mismo y ser iguales ante el Señor, como la Democracia manda), tampoco: el impersonal ‘se’, siempre ‘se’ puede algo contra el Poder.

Se trata por tanto, en esta actitud política de hacer lo que se pueda, sin creer que se está haciendo lo que hace falta, sin fin, sin Destino. En ello estamos y con ello seguimos en cualquier otro momento.

Salut!